“Mazamorra me han pedido, mazamorra voy a dar”.... Me acordé de esta vieja canción a propósito que me han pedido que comente algunos de mis hábitos y/o costumbres que pudieran parecer poco usuales, escasamente comunes y corrientes, es decir alguna de mis rarezas, extrañezas - digamos a juicio del suscrito - alguna de mis Ferrarezas... Así no más es la cosa. Entonces, no me queda más que entregarme al ejercicio de presentarme un poquito y lo hago a través de aquellas cosas que para otros resultan extrañas; digo para otros, pues para mi no lo son tanto, son mías y me gustan. Anoto aquí aquello que a otros sorprende, aquellas cosas por la que, más de alguna vez, me han dicho: “que raro eso”.
HOMENAJE: Cada vez que termina la película en el cine, veo a la gente salir presurosa. Todos se levantan, revisan sus asientos y a tientas, antes de que la sala quede iluminada, buscan el camino de lucecitas que les permitan salir rápidamente a comentar lo que vieron o para ir al siguiente panorama. En cambio yo me quedo y si estoy en compañía , me esperan (o me aguantan). Me quedo para mirar los títulos del final, así puedo saber cuánta gente ha trabajado en lo que acabo de ver, cuales fueron los lugares en donde se realizó, quien hizo la música, y cuanta de ella hubo. A mi me parece que es una manera de rendir homenaje a aquellos que no aparecen, aunque sé que nunca recordaré sus nombres. Me quedo y es quizás el momento que tengo para absorber las ultimas emociones que pueda. Para, según sea el caso, secarme las lágrimas, sonarme los mocos o terminar de enojarme por el final inesperado. Luego salgo, como todos, por el camino de las lucecitas.
PELUQUERIA: Ocasionalmente entro a una peluquería. Hace años que voy en busca, tijera en ristre, de los pelos que se desbordan en mi cabeza. Dependiendo del estado de animo la cosa fructifica. Hay días en que prolijamente ordeno todo. Cada corte en su justa medida, en los costados, en el frente, en la parte de atrás. Todo resulta como un origami cuidadoso. Pero hay otros días, en que la tijera se desbanda. Las orejas se encogen, el pelo queda como esos bosques sumergidos en las orillas de lago. Cada intento por remediar la catástrofe es en vano y se agudiza la crisis. Entonces me acuerdo de la peluquería...
ZAPATOS: Me gustan los zapatos, mis zapatos. Me gustan tanto que no los cambio. Es decir, no renuevo los que ya tengo, no uso más que tres. Negros para el traje, sandalias para el verano y bototos para el resto de los días en que no uso traje. Si hay ganas, quizás un cuarto par, similares a lo negros, pero informales. Es cierto, hay días en que me enfado y me imagino con zapatos para cada día. Pero aquello es temporal, como todos mis enfados.
TIEMPO: hace tiempo que voy sin tiempo. No uso reloj, no uso agenda, no uso celular. La mayoría de las veces, me valgo del correo electrónico y de los papelitos. Claro, hay días en que me queda la escoba, pero siempre salgo adelante. No soy de fechas, se me olvidan, no por falta de cariño, porque tengo mucho. Quizás así celebro la importancia de cada día.
OFICIO: Supongo que soy de oficios. Esto me queda bien. Nunca, en estricto rigor, me he desempeñado en aquello para lo que me habilitaron en la universidad. Como Alfonso Alcalde, he hecho varias cosas. Pienso que seguiré en ello, quizás porque me incomoda la certeza simple y la rutina de saberse cómodo. ¿Costos? Claro que los tiene, más aún cuando pareciera ser que hoy sólo se requieren certezas.
Así no más van las cosas por estos lados...¿Raro? quizás. Usted juzgue.