jueves

Acuarela

La bóveda de estrellas y su luna ha girado varias veces sobre mi cabeza. La misma que por las mañanas se ha empeñado en empujar al sol para que, como de costumbre y aun cuando no se nos presente a simple vista, despunte en furioso resplandor, la misma que luego, de preferencia al final de las tardes, ido ya el sol, se ha dado a la tarea de cubrir de luminosas iridiscencias el cielo que se afana en volverse oscuro. Supongo que esto ha sido advertido por todos, en esto somos iguales, y que a todos nos resulta con distinto significado, en esto somos diversos. Nada menos alejado del sentido común que esto que señalo, pero no por ello menos atendible en estas notas. Y es que en el transito de la redención he vuelto a mirar las simplezas de las cosas, sutiles y tan simples como esta que les cuento, He vuelto a observar más que nunca, como si el observar me reconstituyera en voz y agua, en piel y aire, en aroma y sal. He vuelto a observar dedicado porque así aprendí a moverme en el mundo, he vuelto a mirar profundo para seguir el camino de mis días.

Sean estas notas puestas a modo de advertencia. Os digo que el pulular de letras que hablaron de mis cuitas se acaba, vuelvo entonces al relato de lo que observo y no del cómo me observo, cosa que siendo legitima y que a más de alguien podría interesarle, no precisa únicamente de esta ventana para dejarse refrescar. Así las cosas, reanudo mi tarea de observar y a modo de acuarela deletrearles este mundo que habito.

Aviones de papel

Para menguar la pena estoy dado a la tarea de fabricar aviones de papel.
De tamaño y textura diversa, las hojas extendidas me sugieren el modelo, los modelos son sencillos, básicamente me importa que vuelen. En algunas hojas escribo las preguntas insistentes, en otras hago dibujos, soles y caracoles se confunden con ojos y bocas. Una vez que la nave esta resuelta voy en busca del hangar (el hangar menos cruel posible).

La práctica me ha enseñado que aún cuando el avioncito presente una estructura eficiente, ello no es garantía para que se eleve. Por una parte, es necesario dar el justo impulso y, sin ánimos de determinar su ruta, también es necesario situarlo en la gentil hebra de viento que habrá de elevarlo.

Ayer arrojé varios, ganas tuve de irme en ellos, pero son de papel, entonces sólo imagino que viajo en algunos. Uno pequeño, de color azul, se fue sobre el techo de un camión con rumbo sur, el verde se alejó hacia el norte, el rojo cayó sobre el asfalto y quedó dando tumbos bajo los vehículos que lo ignoraban.

Hoy llueve sobre la ciudad, anuncian que mañana también, así las cosas se suspenden los vuelos. Por la tarde trabajaré en modelos de barquitos.

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