martes

Los siglos que me faltan

No cabe duda que los años del reloj en nada se relacionan con los años en el alma. La mayoría de las veces es común escuchar que las personas se sienten más jóvenes que los años que se acumulan en sus bitácoras. A mi no me ocurre distinto, pero también, muchas veces, tengo la sensación de haber transitado por la vida más tiempo.

Podrían ser diversas las causas. La precoz y vertiginosa sucesión de acontecimientos que acumulo en la experiencia, haber transitado la adolescencia con amigas y amigos mayores, trabajar desde muy joven, crecer en dictadura, tener responsabilidades “de grande” cuando otros jugaban a vaqueros, pensarme más viejo...no sé. El punto es que, a veces, me veo haciendo retrospectiva como si se tratara de pensar en la autobiografía y me sorprendo de tanta calle caminada, de tanta huella sobre la piel.

No es que me represente a mi mismo como esos niños que de un día para otro se hacían adultos, como ocurría décadas a tras. No, muy por el contrario, viví intensamente cada etapa de mi construcción de identidad. Quizás esa misma intensidad me llevo, por ejemplo, a demorarme meses en aquello que para otros significaba años. Así, tomé decisiones e hice opciones radicales con la seguridad de saber mi nombre. Creo que aún, en algunos ámbitos de la vida, voy igual.

Con todo, a la hora de los balances, escribo con letras azules. Ello no quiere decir, por cierto, que vaya exento de confusiones y errores, con huellas más pesadas que otras, con un baúl de cuitas en la espalda, pero es el modo en que aprendí a vivir y el modo en que sigo viviendo. ¿El por qué de esto que escribo?. Las mañanas de nostalgia, alguna conversación sobre la vida, la confianza en que se acerca el tiempo de sentarse frente al mar, como cuando era niño, y reconocer los peldaños para subir los siglos que me faltan.




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lunes

Creator Espiritus

"Guardi le stelle che tremano
d’amore e di speranza!"*

Bien saben que me gustan los viajes, más aún cuando puedo leer cada señal, cada movimiento, cada soplo de la naturaleza frente a mis ojos y mi piel. Digo esto porque hay viajes en que no me alcanza el tiempo para mucho; desciendo del transporte, hago mi trabajo y vuelvo a subir al transporte, todo muy rápido y con la sensación de ir en una correa transportadora.

Hoy vengo llegando de un viaje de trabajo. Antes de partir la agenda se veía estrecha y el reloj amenazante, todo hacia pensar que sería uno más de esos viajes en correa transportadora. Sin embargo, el cumpleaños de una ciudad y la oportuna curiosidad de un buen amigo, le dieron un giro inesperado. Antes de emprender el retorno, tuve ocasión de presenciar un concierto de ópera en la catedral de la ciudad. Justo detrás de Tito Beltrán, la inscripción rezaba “Veni Creator Espiritus”, y así no más fue.

En los meses que siguen habré de viajar bastante, nuevamente recorreré el norte y el sur del país. Espero que el universo conspire y me permita los siempre necesarios reencuentros y también sumar nuevas voces al alma. Me hace falta, y a quien no?. Este año la tecnocracia me ha tenido en las cuerdas y me ha costado encontrar poesía en lo que hago. Pienso entonces en la plegaria de Calaf y la hago mía: ¡Que la noche se disipe!, pues, estoy cierto que llegada el alba, venceré.

* Nessun Dorma, Turandot, Puccini.



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