lunes

Andén

...cuando me pierdo en la ciudad,
vos ya sabes comprender,

es sólo un rato no más...*

No ha sido por falta de cariño, tampoco un tributo a la desidia, menos un peregrinaje por el desierto. Lejos de aquello, quizás la ausencia de estos días se parece más a haberme quedado en una vieja estación de trenes, de aquellas que habitan algún ramal olvidado en el sur del país.

Bien podría decir que me quedé en un andén sin vapores urgentes, con el reflejo en un vidrio roto, con pájaros que buscan semillas allí donde se sumergieron los rieles, sin reloj en los pasillos, sin horas declaradas, con una maleta vacía y silencio en la libreta de apuntes. Curioso sentimiento, pues por contraste – acaso paradoja - he estado casi un mes y medio en la tarea de sacar verdades a números, presupuestos, marcos lógicos, fichas de programas y planificaciones plurianuales, todo con la frenética urgencia de la modernidad dominante.

Así he pasado el tiempo en este andén de niebla y raulí, con más noches que días, con el alma en hibernación, no siempre entero, a veces, a penas a medias, limpiando el cartel de la estación de origen y cuando todo era más frío, tratando en vano de leer el cartel de destino y es que, claro, para ese viaje no hay vagón, sólo orientación cardinal y riel que transitar.

Y aquí estoy de nuevo, no sin tener la sensación de deudas a la hora del vino, del café cortado y de la respuesta oportuna a las letras que vienen volando. Letras que cruzan el atlántico, que bajan desde la cordillera, que habitan en pétalos de margaritas, generosas voces en tinta que vienen para poner sol en mis párpados y que saben o intuyen que cuando me pierdo en la ciudad, es sólo un rato no más.

* "Un vestido y un amor", Fito Paez
Foto:
Edificio de la estación Quino - Ernesto Vargas - diciembre 2004

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